Juan Carlos Pérez Navas
Nuevamente volvemos a vivir momentos de máxima preocupación e incertidumbre, sobre todo ahora en Andalucía, al ocupar el triste ranking de ser la comunidad de España con mayor número de rebrotes de coronavirus activos, con una tasa de contagio preocupante y con provincias donde los positivos notificados, como es el caso se Almería, se han disparado en los últimos días. Todo esto ocurre sin que nuestro mando único, el que ostenta Moreno Bonilla desde que terminó el estado de alarma, haya dicho nada, salvo el anuncio a empujones y a remolque del uso obligatorio de la mascarilla, cuando la realidad es que otras comunidades ya lo han puesto en práctica.
Solo basta recordar los mensajes que publicaba en las redes sociales Moreno Bonilla en el mes de abril, cuando criticaba al Gobierno de la nación con frases del estilo “el mando único tiene que anticiparse más”, además de muchas otras soflamas y mensajes de autobombo, para darse cuenta de que en realidad estaba haciendo política, en lugar de atender la crisis sanitaria que tenemos encima. A la postre, estas afirmaciones se le han vuelto en contra, visto el caos y la falta de autoridad y de control con la que se está gestionando todo lo relacionado con el coronavirus en Andalucía.
Antes del estado de alarma, el Gobierno andaluz ya nos había dejado grandes momentos estelares, como aquel de Moreno Bonilla con el “no veo motivo para suspender la Semana Santa” o aquello otro de “las clases no se suspenderán”. Después vinieron todas sus ideas de capitán a posteriori y las exigencias más variopintas de la mano del vicepresidente Juan Marín –perdido en estos días–, pidiendo la movilidad entre provincias lo antes posible.
La pandemia y esta crisis han puesto a prueba a todos los ciudadanos, a todos los sectores productivos y sobre todo a los gobiernos de todo el mundo y a todos los niveles. Los que han salido mejor parados, dentro de la gravedad de lo vivido y sufrido, han sido aquellos que pusieron a la ciencia y el conocimiento en el centro de la información; aquellos que comunicaron con criterio, con previsión y mostraron autoridad para coordinar medidas y adelantarlas a la población, tal y como la OMS ha reconocido al Gobierno de España. Todo eso es, por desgracia, lo que ahora precisamente echamos en falta en la gestión de Moreno Bonilla.
El ejemplo más claro lo vivimos en Almería, donde con focos activos y con un número de casos diarios que se acercan a los de los momentos más duros de la pandemia, aquí nadie dice nada, nadie ofrece información ni mensajes que generen confianza y, lo que es peor, nadie parece estar al mando. La incertidumbre, la indolencia, la falta de anticipación y de transparencia son los criterios que rigen en este momento en el único mando –el del Gobierno andaluz– que dirige nuestra tierra, en una situación tan preocupante que exige de mensajes claros a la población para que se sienta parte de la solución y no parte del problema.
Moreno Bonilla ya va tarde para distribuir mascarillas gratuitas. Eso sí se habría entendido como medida de anticipación. También va tarde a la hora de dar respuesta al esfuerzo titánico que realizaron los profesionales sanitarios durante los meses más duros de la pandemia, cumpliendo el mandato del Parlamento para abonarles una paga extra.
Sin embargo, este gobierno de las derechas sigue en modo postureo, evitando comprometerse con nada ni con nadie. Esperando a que escampe, el presidente andaluz está acabando con la paciencia de los andaluces y andaluzas.