Juan Carlos Pérez Navas
Si tuviéramos que definir nuestro mes de agosto como almerienses no caben más palabras que pesadilla, bofetada y azote del coronavirus en la provincia, donde hemos pasado de ser la segunda provincia de Andalucía con menor incidencia de la pandemia e incluso objeto de la ocurrencia de Moreno Bonilla de iniciar aquí la desescalada como experiencia piloto, a ser la segunda provincia con mayor número de brotes y contagios sólo por detrás de Málaga, con 20 fallecidos y 3.000 casos activos sólo en el mes de agosto, lo que supone el 73% de todos los positivos desde el mes de marzo.
La preocupación, la desesperación y el desconcierto son prácticamente unánimes entre los ciudadanos, cuando contemplamos atónitos que con estos datos y el covid descontrolado en la provincia, el Gobierno andaluz es inmune a lo que nos está pasando y está inerte a la hora de tomar acciones y medidas. Tenemos, en definitiva, la sensación de que nos ha dejado tirados, una expresión muy común pero que refleja fielmente lo que sentimos y lo que percibimos ante tanta indolencia, ocultismo y desinformación por parte de las autoridades sanitarias y políticas del gobierno de Moreno Bonilla.
No hay día que no tengamos un sobresalto con nuevos récords de positivos confirmados, de fallecidos y de brotes en las residencias de ancianos, que evidencian que Almería realmente está viviendo ahora toda la crudeza del covid-19, abandonada a su suerte por quienes ya deberían haber tomado medidas. De hecho, la situación actual se podría haber corregido si simplemente se hubiera hecho lo que se anunció y que resultó ser totalmente falso, a la vista de la falta de rastreadores, los centros de salud cerrados, la atención primaria hundida por falta de personal y la falta de contrataciones para los hospitales.
Viviendo esta situación, resulta indecente escuchar el mantra del Gobierno andaluz sobre su “anticipación”, palabra que han querido inculcarnos prácticamente en vena con tanta repetición y que al final, como en el dicho, es realmente de lo que carece este gobierno que tiene la improvisación como conducta y la anticipación sólo para lo que les interesa, como lo demuestran las contrataciones exprés de todo menos de profesores y sanitarios, o la remodelación de competencias en el primer Consejo de Gobierno tras sus anticipadas vacaciones.
Ante las dimensiones de lo que acontece en esta provincia y también en otras de Andalucía, la caótica gestión, el descontrol y el desastre son las únicas palabras que podrían pronunciar quienes no se plantean medidas, quienes alardean de anticipación pidiendo ahora militares ofrecidos por el Gobierno para ser rastreadores ante la falta de contrataciones para esa labor que resulta vital en el control de los rebrotes junto al reforzamiento del sistema público sanitario, base fundamental para minimizar los contagios.
La respuesta lamentablemente aún no ha llegado. Pese a los datos y las catastróficas cifras, los almerienses seguimos abandonados sin respuesta, expuestos con mayor virulencia a esta expansión descontrolada y sobre todo indignados al ver cómo la única medida sanitaria que se toma en Almería es el cierre del Hospital de la Cruz Roja, una instalación que perfectamente podría servir para la descongestión y las tareas de rastreo y de apoyo al hospital de Torrecárdenas.
A pocos días del inicio de un curso también caótico en su planificación y lleno de improvisaciones, la pregunta es qué más nos puede pasar, a qué más está esperando el Gobierno andaluz para actuar, si es que es capaz de hacerlo. Y quizás aquí está la respuesta.