Eusebio Villanueva, concejal del PSOE en el Ayuntamiento Almería
Cada vez es mayor el número de personas que viven en espacios urbanos. En España es un fenómeno que venimos observando desde hace años. Es un movimiento exponencial que está cambiando nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno y el medio ambiente, que está produciendo una situación de desequilibrio al concentrar en puntos determinados una gran cantidad de bienes, servicios y recursos. Este proceso comenzó con la revolución industrial, pero tras la II Guerra Mundial se fue incrementando el éxodo a las urbes, de manera que en la actualidad más del 50% de la población vive en ciudades, siendo este porcentaje del 75% en Europa y del 82% en EEUU.
Las ciudades surgen como un medio de protección frente a los peligros naturales, una forma de aunar voluntades para conseguir un mayor desarrollo que el producido por el esfuerzo individual, un lugar de oportunidades y de intercambio de bienes, conocimientos y servicios. Son el producto del esfuerzo continuado de múltiples generaciones que han ido conformando sus espacios y materializando sus edificaciones según los estilos y modelos de cada momento, lo cual ha ido proporcionando un sello personal y de identidad que marca diferencias en cada caso.
Y es que la ciudad como un organismo vivo y muy complejo, que tiene un crecimiento espontáneo pero que debe mantener una mínima coherencia en sus desarrollos, favoreciendo una transición amable entre el espacio público y el privado, entre la altura de las edificaciones y la anchura de las calles, de capital importancia en los aspectos climáticos y de habitabilidad. El diálogo entre las edificaciones históricas y las nuevas construcciones, la transición fluida entre barrios, la forma en que se disuelve la trama urbana en su contacto con el territorio circundante se hacen hoy en día más importante que nunca.
En el caso de Almería, nuestro Plan General data del año 1998 y comenzó a revisarse en 2005. En esos momentos, en pleno apogeo del pelotazo del ladrillo, se realizó una propuesta desorbitada que ampliaba la ciudad por El Bobar, engullía La Cañada y la Universidad y ponía presión sobre el aeropuerto. La crisis de 2007 puso las cosas en su sitio y nos dio un baño de realidad. Pero se siguieron haciendo propuestas de desarrollo con el mismo análisis inicial, sin adaptarlo a la nueva realidad, de modo que hemos tenido media docena de revisiones fallidas.
Desde entonces los diferentes equipos de gobierno han venido planificando con la figura de “Modificación Puntual”, de las que hasta la fecha llevamos aprobadas 69. Esta figura está pensada para pequeñas actuaciones, como su nombre indica: puntuales. No sirve para un desarrollo general al tener una visión parcial e interesada del territorio que cercena futuros desarrollos, coloca usos inadecuados y desprotege zonas verdes y árboles de forma caprichosa, como ha venido ocurriendo en la Plaza Vieja.
Necesitamos una planificación de nuestra ciudad a 15 o 20 años vista. Pero tenemos que partir de un análisis actualizado de nuestra realidad, que ahora más que nunca se ha visto totalmente transformada con la llegada del COVID19. Dicho análisis debe contemplar los efectos del cambio climático, la transformación del mercado inmobiliario hacia el sector de la rehabilitación y la regeneración del parque de viviendas, la recuperación de los barrios subdesarrollados o un nuevo diseño del espacio público enfocado al uso ciudadano y a los sistemas alternativos de movilidad, entre otros aspectos.
Pero una de las premisas más importante, fundamental en este proceso, es que se realice con una amplia participación social, con un profundo y generoso debate de toda la sociedad, pues serán los ciudadanos los destinatarios y usuarios de todo aquello que se planifique. Solo de esta manera tendremos un Plan Urbanístico mayoritariamente aceptado y con un alto grado de complicidad, lo que será una garantía para su implantación, su desarrollo y su éxito.
La planificación de una ciudad debe ser un instrumento que permita corregir los desequilibrios existentes, producidos por la evolución histórica, por las condiciones geográficas o por intereses políticos, geoestratégicos o económicos. En esto radica la importancia que tiene realizar un buen análisis de la situación actual, para saber de dónde venimos, cual es la situación actual y qué medidas se toman para corregir esos desequilibrios y desigualdades.
En Almería tenemos a miles de vecinos viviendo en los barrios periféricos de la corona noroeste y el Puche, en unas condiciones de abandono, falta de comunicación y exclusión más próximas a un país tercermundista que a una sociedad europea del siglo XXI. Esta situación es totalmente inadmisible si queremos alcanzar un futuro de prosperidad y desarrollo. No podemos permitirnos tener a una parte de nuestra población en dichas condiciones y perder el capital humano que ello representa. Desde el urbanismo debemos revertir esta situación y este es uno de los grandes retos que debe plantearse el Plan General. El partido socialista tiene un proyecto de ciudad y unas propuestas de mejora para integrar definitivamente esos barrios y desarrollar un futuro para todos.