Con la decisión de eliminar en Andalucía el impuesto sobre el patrimonio, Moreno Bonilla ha dejado caer la última careta que le quedaba. Embriagado por la mayoría absoluta recién estrenada, ha decidido poner boca arriba todas sus cartas y dejar de disimular.
Ya sabemos para quién gobierna Moreno Bonilla: para los más ricos; exactamente, para el 0,02% de la población andaluza, que es la que posee más de 700.000 euros. A ellos es a los que les ha quitado la obligación de abonar un impuesto, el de patrimonio, con el que se recaudaron 120 millones de euros en el último ejercicio.
Con 120 millones de euros se pueden hacer muchas cosas: levantar 20 colegios, construir 25 centros de salud, contratar durante un año a 500 médicos de familia, 500 pediatras o mil enfermeros. Más que un lujo, esas inversiones serían una necesidad para una comunidad autónoma como la nuestra, en la que la educación y la sanidad tienen carencias evidentes.
La comunidad autónoma andaluza está a la cola del país en inversión en sanidad y educación pública por habitante. Por eso es más grave aún la decisión de Moreno Bonilla de ‘perdonarles’ 120 millones de euros a los más pudientes: porque el pato lo van a pagar el resto, en forma de falta de recursos con los que financiar los servicios públicos.
Las clases medias y trabajadoras son las que necesitan unos servicios públicos de calidad, porque no tienen dinero para acudir a lo privado. Las clases medias y trabajadoras son las que sufren cuando sus hijos acuden a un aula masificada o cuando no hay manera de conseguir cita con el médico de cabecera. A ellos es a quienes perjudica de verdad el regalo de Moreno Bonilla a las clases adineradas, porque lo van a pagar con menos recursos disponibles para sostener lo que es de todos.
Moreno Bonilla gobierna para los ricos como ha hecho siempre el PP, porque lo lleva en el ADN. Por eso, el presidente andaluz solo ha recibido el aplauso de sus compañeros de partido, entusiasmados por la posibilidad de que el ‘ayusismo’ se expanda más allá de sus fronteras: primero Madrid, luego Andalucía y, cuando escribo estas líneas, parece que incluso Murcia.
Se cumple, con ello, la advertencia que hicimos los socialistas al conocer esta medida: el riesgo de entrar en una especie de competición a la baja entre comunidades autónomas por ver quién recauda menos, quién invierte menos, quién tiene el paraíso fiscal más grande.
Mientras tanto, de los ciudadanos y ciudadanas de a pie, Moreno Bonilla no se acuerda. A ellos no les ayuda el presidente andaluz a llegar a fin de mes, no les bonifica la escuela infantil, no les descuenta ni un céntimo del transporte público.