La cumbre climática (COP27) que se celebra en Egipto ha vuelto a poner sobre la mesa la gravedad de la situación a la que se enfrenta la humanidad: La crisis climática ha alcanzado el punto de no retorno; es decir, el lugar del que ya no es posible volver.Una vez más, esta nueva cumbre aspira a ralentizar sus efectos en la medida de lo posible, reducir las emisiones de efecto invernadero y a arbitrar todas las medidas necesarias que nos permitan cambiar a tiempo el modelo energético que nos ha llevado a esta situación.
Los últimos ocho años han sido los más cálidos registrados hasta la fecha, han aumentado de forma exponencial los episodios extremos (récord de temperaturas, sequías, lluvias torrenciales, incendios…) y todo hace indicar que estos eventos tenderán a ser más graves y se repetirán más a menudo. Además, el cambio climático, según la prestigiosa revista científica The Lancet, está empeorando la salud y forzando las migraciones en el continente africano, lo que añadiría una segunda derivada a todo este fenómeno global.
A partir de lo que hoy ya no son meras conjeturas, sino evidencias, la ardua tarea que tenemos por delante vuelve a pasar indefectiblemente por disminuir las emisiones, tal y como la mayoría de organismos internacionales llevan pidiendo desde hace años.
En este contexto, el Gobierno de Pedro Sánchez ha puesto sobre la mesa una ambiciosa agenda para que nuestro país avance hacia la transición verde. Frente a los que siguen mostrando una absoluta indiferencia ante lo que está ocurriendo o defienden directamente posiciones negacioncitas, contamos con un presidente a la altura de las circunstancias.
Hoy por hoy, el 30% de los presupuestos del Estado se centran en combatir el cambio climático, con medidas precisas para sortear, entre otras cuestiones, la sequía que estamos padeciendo. Sin embargo, esas medidas requieren también de la voluntad y de la valentía de gobiernos como el andaluz, cuyo presidente, Moreno Bonilla, ha demostrado tener un discurso de puertas para afuera y otro de puertas para adentro.
El inmovilismo y la inacción frente a la crisis climática son las señas de identidad de la derecha, también de esta derecha andaluza que nos gobierna y que gestiona con una calculada ambigüedad su compromiso con la sostenibilidad. Nada nuevo bajo el sol, como probablemente diría Rajoy cuando decidió acabar con las renovables.