Muchas empresas siguen considerando que las mujeres van a ejecutar peor su trabajo porque la mochila de lo doméstico la siguen cargando ellas. El trabajo de las mujeres dentro de casa todavía es invisible, pero sus consecuencias en el ámbito laboral son contundentes.
A pesar de los avances, aún existe segregación ocupacional, infravaloración de los trabajos feminizados y un desigual reparto de las tareas de cuidado. Las consecuencias se reflejan en la mayor presencia de las mujeres en la contratación a tiempo parcial, menor tasa de actividad laboral, más tasa de temporalidad, más interrupciones en su carrera laboral y, por lo tanto, menos cotizaciones, menos antigüedad y más dificultad para los ascensos.
Los datos son tozudos. La tasa de paro de las mujeres en 2007 era del 10,8%, en diciembre de 2018 ha sido de 16,3%. El número de mujeres que lleva más de 2 años buscando empleo se ha multiplicado por cuatro desde 2007. En España tenemos una brecha salarial del 29%. Las cuentas de la igualdad sólo salen si se sube el salario medio de las mujeres en 5.793 euros al año.
Este 8 de marzo, el movimiento feminista ha reivindicado que se cambie la regulación del tiempo parcial, auditar los complementos salariales desde la perspectiva de género y reconocer las capacidades de las mujeres, erradicar la penalización por cuidados y que la Ley de Igualdad salarial sea una realidad a la mayor brevedad posible.
Era una buena oportunidad para que todos los partidos políticos se comprometieran con el objetivo de no retroceder en lo que se ha avanzado y demostrar que van a luchar contra una desigualdad estructural afianzada. En el PSOE lo hemos tenido claro, pero otros han preferido mirar para otro lado.
El historial del PP en la lucha por los derechos de la mujer es nulo. Este año no han ido a las manifestaciones y en 2018 dijeron cosas tan peregrinas como que había que hacer huelga a la japonesa, que era mejor “no meterse” en la brecha salarial y que no hacían falta leyes para proteger a las mujeres. Hoy, Pablo Casado da consejos a las mujeres sobre interrupción del embarazo.
Resulta tan bochornoso, radical y retrógrado escuchar a las derechas hablar de derechos de las mujeres que habría que pedirles cuentas en las urnas, después de que todos los ciudadanos hubieran escuchado sus entrevistas.