El Parlamento de Andalucía, institución en la que está depositado el poder de autogobierno de la comunidad autónoma, sobre el que descansa el poder legislativo y que representa al pueblo andaluz, ha sufrido el mayor episodio de violencia verbal y de actitud antidemocrática y ha sido de la mano de la extrema derecha. El talante antidemocrático hacia la Cámara andaluza y el trato denigrante que sufrió la presidenta del Parlamento no tuvieron contestación entre las filas del PP y Ciudadanos. La humillación y el insulto de la extrema derecha a la presidenta del Parlamento y a la institución en sí han sido consentidos por el Gobierno de las derechas.
En ese contexto, lo poco que quedaba de Ciudadanos ha dejado de existir para ser fagocitado por un PP que aquí, en Andalucía, abraza a una ultraderecha, a la que no rechista y que hasta sitúa en el puente de mando de nuestra comunidad. Y todo ello pese a que el partido de Abascal defiende el desmantelamiento de la autonomía, de los servicios públicos y de las políticas de la igualdad.
El insulto de la extrema derecha en sede parlamentaria pasará a la historia de la democracia y mucho me temo que después de este vendrán otros, porque lejos de ponerle freno, Moreno Bonilla y su socio de Ciudadanos le han dado alas. Más aún, el presidente de la Junta parece estar más centrado en que nada ni nadie le tuerza el gusto a la extrema derecha. Vox es, en esta tesitura, el gobierno en la sombra de una comunidad cuyo presidente perdió una oportunidad magnífica de dignificar la política, el Parlamento y esta comunidad llegando a un acuerdo con el PSOE, quien le ofreció la mano para sacar adelante las cuentas que Andalucía necesitaba en esta situación de crisis global sin precedentes provocada por el coronavirus.
Susana Diaz tan sólo puso una condición para votar a favor: algo tan sencillo como blindar nuestros servicios públicos, la sanidad y la educación y llevar a cabo las políticas de empleo que más que nunca necesitan los andaluces y andaluzas. Los socialistas tan solo pedíamos que se corrigiera un presupuesto que es, a todas luces, insuficiente para las necesidades que tiene la ciudadanía, cuya normalidad ha quedado devastada por el Covid19, y que se destinaran los recursos necesarios para mejorar con urgencia la sanidad andaluza.
De otro lado, vemos cómo Moreno Bonilla no tiene tampoco ningún plan verdaderamente ambicioso de ayudas a los sectores más afectados por las restricciones que ha aplicado, como son el pequeño comercio y el turismo, que se han de conformar con una ridícula partida económica que, en su mayoría, se destina a avales y préstamos, lo que ha convertido a Andalucía en una de las comunidades que menos ayudas y apoyo directo destina de todo el país para este fin.
Lo único bueno que tuvo la salida de la ultra derecha de la Cámara, tras el desplante y los insultos de su portavoz, es que sus votos no dieron al traste con la Proposición No de Ley del PSOE para apoyar a la hostelería con 250 millones de euros de ayudas directas. PP y Ciudadanos se quedaron solos en su rechazo a esta medida, que salió adelante gracias a los socialistas que sí comprendemos que el sector no aguanta más. La hostelería ha cumplido con los protocolos y medidas impuestos por el presidente andaluz, pero no hay reciprocidad en el compromiso. Moreno Bonilla se despacha al sector con avales y préstamos del todo insuficientes para su supervivencia. Se muestra, en el peor momento, distante con la ciudadanía y deja claro que su único afán es no moverse del sillón, pese a los insultos de la ultraderecha a las reglas de la democracia.