Cuando la derecha de Andalucía pide al PSOE que se aparte, que facilite una transición a otro gobierno, en realidad está pidiendo que no se respete a la mayoría de los votantes de esta tierra. Así es, el Partido Socialista ha sido el ganador en nuestra comunidad en estas pasadas elecciones. Es verdad que no se han alcanzado los resultados que esperábamos, pero el dictamen de las urnas fue muy claro: El PSOE consiguió más de un millón de votos, muy por encima de los resultados cosechados por el segundo y a bastante distancia del tercero.
El mantra acuñado por el PP y Ciudadanos, aquello de que los andaluces han votado cambio, por repetido no deja de ser una falsedad. Salvo que, efectivamente, pretendan sumar el apoyo de la ultraderecha, no tienen mayoría. Ellos sabrán si quieren ir de la mano de esos dirigentes ultras al que felicitan correligionarios suyos en Francia o Italia, como Marine Le Pen y Matteo Salvini, o de personas vinculadas al Ku Klux Klan. Con ese frente ideológico es con el que deben decir Rivera y Casado si van a sostener un pacto de gobierno a través de sus delegados comerciales en Andalucía: Juan Marín y Moreno Bonilla.
Será curioso, cuanto menos, observar la explicación que dan a la ciudadanía andaluza estos líderes cuando tengan que sentar a la mesa a aquellos que no creen en los procesos de participación y justicia social; a aquellos que quieren quedarse para abolir las autonomías y restringir derechos a las mujeres.
Es indecente manipular a la opinión pública dando por sentado que esta piensa lo que le interesa a la derecha. También hacer una lectura de los resultados electorales que convierte en ganadores a los que son perdedores y que consideran responsable llegar al poder institucional de la mano de quienes no creen en esas instituciones. Se atreven incluso a imaginar la felicidad de los andaluces y andaluzas con un cambio que, en verdad, puede convertirse en una pesadilla si analizamos la gestión que han realizado las derechas allá donde han tocado poder. En todos los casos, su objetivo ha sido el mismo: dilapidar lo público en beneficio del interés privado para, de esa manera, poner en riesgo la igualdad de oportunidades.
¿En qué mundo viven los dirigentes de la derecha para pensar que en nuestra tierra es necesario retroceder en derechos para mejorar la vida de los andaluces y andaluzas? El mundo al revés.