El acuerdo alcanzado por PP y Vox para conformar el próximo gobierno de Castilla y León ha sido “una triste sorpresa” y “una capitulación”. Las calificaciones no son mías, sino del presidente del Partido Popular Europeo, Donald Tusk, ex primer ministro de Polonia y anterior presidente del Consejo Europeo.
Hasta la derecha europea se ha quedado estupefacta ante el paso dado por el PP de Feijóo, al que no le ha temblado el pulso para autorizar un acuerdo de gobierno más que peligroso. Gracias al presidente de Galicia y presidente del PP de facto, Castilla y León se va a convertir en la primera gran región europea gobernada por la extrema derecha.
En Europa los rescoldos del nazismo aún están calientes y la derecha participa del cordón sanitario a las fuerzas reaccionarias, entre las que no hay duda de que se sitúa Vox. El propio Feijóo, en una entrevista en Onda Cero en 2020, situaba al partido de Abascal en la “extrema derecha”.
El tema no es menor. Vox es un partido involucionista, contrario al estado autonómico y antieuropeísta, una cuestión a tener muy en cuenta en el escenario actual, en el que la recuperación económica de España pasa por la llegada de fondos europeos y en el que Europa y la OTAN están siendo los garantes de la seguridad en el continente europeo, tras la sacudida del tablero de Putin.
Vox es un peligro para los derechos y las libertades de los españoles, como ha demostrado en el Congreso al manifestarse en contra de investigar los abusos de la Iglesia, negar la violencia machista o rechazar la agenda 2030. Sin embargo, el verdadero peligro lo tiene el Partido Popular, por haberse decidido a alimentar a una fuerza que representa a la España del nodo y del blanco y negro, de una etapa de nuestra historia que los españoles creíamos superada.
En Andalucía, hace tres años, la derecha radical no entró a gobernar con Moreno Bonilla porque Vox no quiso. Los radicales preferían jugar por entonces la carta ‘antisistema’ y así se evitó que los de Abascal y el desaparecido juez Serrano asumieran consejerías. En cualquier caso, el PP y Ciudadanos necesitaban el apoyo de Vox para gobernar y claudicaron ante todas sus exigencias, estampando su firma en un documento que todavía puede consultarse fácilmente.
Hoy las cosas han cambiado, pero sólo para Vox, que quiere seguir jugando, pero ahora desde dentro de las instituciones. Los ‘populares’, entretanto, continúan en el mismo punto que hace tres años: dispuestos a lo que sea para tener el poder.