La victoria de la selección española de fútbol masculino ha hecho historia en muchos sentidos. En el deportivo, porque se ha alcanzado la cuarta victoria en una Eurocopa para nuestro país pero, sobre todo, porque se ha marcado un gol por toda la escuadra al racismo. Todas y todos nos hemos emocionado estas semanas con una selección plural, que refleja la diversidad de la sociedad española. Dos de las figuras más destacadas de nuestra ‘Roja’ – Lamine Yamal y Nico Williams- son hijos de migrantes que vinieron a nuestro país en busca de un futuro, de un porvenir, y hoy aplaudimos y vitoreamos los goles de sus hijos, de nuestros compatriotas españoles que han tenido que soportar multitud de comentarios xenófobos durante esta competición europea.
Y es que una oleada racista viene recorriendo Europa donde los discursos reaccionarios han colonizado a la derecha y ultraderecha políticas y el deporte no se ha librado. En ese contexto, la reciente victoria de España ha resultado una bofetada al ideario sobre perjuicios y supuestos peligros inherentes a la llegada de personas migrantes a nuestro país, y más estos días en los que las derechas han sacado a pasear su idea más retrógrada sobre la acogida humanitaria de menores de otros países. La propuesta del Gobierno de España de modificar un artículo de la Ley de Extranjería para declarar como obligatorio el reparto solidario de niños y niñas que llegan a España ha surgido en este contexto como una suerte de parteaguas en el escenario político.
El fútbol es una representación de la sociedad y todo el mundo se implica con él, máxime en competiciones al más alto nivel como es una Eurocopa, por lo que en la calle se respira lo que sucede en el terreno de juego. Del mismo modo que las campeonas del mundo, la selección española femenina de fútbol, nos hizo ganar el Mundial y vencer, igualmente, al machismo poniendo freno a comportamientos absolutamente fuera de norma y de lugar en la actualidad, la selección masculina lo ha hecho con el racismo.
El deporte ha demostrado que va por delante de estas cuestiones que, lamentablemente, siguen defendiendo las derechas. La migración es una realidad y un derecho, y seguirá ocurriendo al margen de la deshumanización, las políticas racistas y las concertinas y las vallas. El racismo, al igual que el machismo de las derechas está absolutamente fuera de juego.