Cuando más falta hace la buena política, el Partido Popular se dedica a hacer la peor de las políticas posibles. Todo vale- eso debe pensar- si el fin justifica los medios. Y en ese todo vale entra el insulto, el ruido y las descalificaciones. También la mentira y el engaño, los reiterados llamamientos al transfuguismo o la compra de voluntades. Este es el día a día de lo que llevamos viendo y escuchando a la derecha y a la ultraderecha durante los últimos años; un tiempo que han aprovechado, y de qué manera, para hacerse unos verdaderos expertos.
En la provincia de Almería tenemos a auténticos profesionales en ese oscuro arte de volcar gobiernos, pactando con el diablo si hace falta para conseguir sus fines. Ahí están los ejemplos de lo que ha ocurrido en Níjar, Garrucha, Líjar, Turre o, en estos últimos días, en la localidad de Chercos. En todos los casos, el PSOE fue la lista más votada, pero los pactos ‘antinatura’ o las mociones de censura, donde han primado los intereses particulares a los generales, han llevado al PP a las Alcaldías de esos municipios. Y les ha valido echar cualquier cosa en la olla a esos conocidos cocineros que recorren los pueblos de Almería: acuerdos con Vox, con Izquierda Unida, con ambos a la vez, con tránsfugas…Y no es la primera vez que ocurre. En corporaciones anteriores los fogones funcionaron a pleno rendimiento para cocinar mayorías que las urnas no le dieron al PP en Ayuntamientos como los de Almería y Roquetas de Mar.
¿Le importa al PP lo que piensen los ciudadanos y ciudadanas? Ni de lejos, ya que lo único que les mueve es el poder que, al fin y al cabo, es el que quita y pone cosas, sueldos, empleos o lo que haga falta. En su negociado, la experiencia en todo este tipo de potajes les avala.
¿Y dónde está la dignidad de quien compra o de quien vende? Ni cotiza esa reflexión, si es que alguien, a estas alturas, se está haciendo esta pregunta. En esta mala política, la peor de todas, la decencia está sobrevalorada y tan culpables terminan siendo los unos como los otros.
Afortunadamente, se practica mucha más buena política que mala política. Ahí también tenemos ejemplos de alcaldesas y alcaldes abnegados, -de unos partidos y de otros-, que tienen una vocación de servicio inquebrantable y que viven por y para sus vecinos. A estos hombres y mujeres tenemos que cuidarlos y apartarlos de ese lodazal en el que el PP pretende convertirlo todo.