Juan Carlos Pérez Navas
Esta crisis sanitaria ha puesto en evidencia la altura de los representantes de los distintos partidos políticos. Hay quienes han estado a la altura, construyendo un escudo social para salvar a trabajadores y empresas, y hay quienes tan sólo han estado aportando crítica –ninguna solución- a la situación generada por la pandemia y al mando único que ha asumido el Ejecutivo de Pedro Sánchez con firmeza, solvencia y sacrificio, preservando siempre la salud por encima de cualquier otro interés.
Insaciable en su afán de sacar rédito político de lo que acontecía, la derecha ha quedado retratada en estos meses. El presidente del Gobierno andaluz ha sido todo un ejemplo en esa ardua tarea a la que se ha dedicado el PP para destruir, en lugar de sumar. Tanto ha sido así que Moreno Bonilla ha llegado a decir una cosa un día y al siguiente la contraria sin ruborizarse. Ha querido decidirlo todo, pero ya ven, desde que puede hacerlo no ha decidido nada, más allá de prohibir la apertura de las discotecas o suspender las ferias.
Ese mando único tan demandado por el Gobierno andaluz de las derechas desde, prácticamente, el inicio de la pandemia, lo tiene desde hace tiempo Moreno Bonilla. A día de hoy nos preguntamos para qué ha servido, más allá de evidenciar la incapacidad, el descontrol y la descoordinación existente en su gobierno.
Tanto a Moreno Bonilla como a Juan Marín les empezaron a temblar las piernas nada más asumir el mando, porque al levantarse el telón se han podido comprobar sus contradicciones y su falta de gestión. En todo caso, Moreno Bonilla tiene que ponerse a hacer ya lo que se espera de un presidente: gobernar y asumir competencias en la desescalada, cosa que no ha hecho hasta ahora.
El presidente del Gobierno andaluz estaba muy cómodo en la confrontación y cómodo, por ejemplo, en la exigencia del control del tránsito entre provincias, sumiéndonos a todos en una total confusión porque, simplemente, no tenía ningún plan. Sin embargo, continuó con su mentira hacia adelante castigando al resto de territorios por la falta de criterios técnicos para Málaga y Granada.
También hay que recordar cómo pedía con vehemencia al presidente Sánchez que Almería y Huelva se sometieran a una especie de experimento nacional para iniciar la desescalada. Claro, porque la responsabilidad no sería suya; una cuestión que posteriormente ha tenido muy en cuenta, una vez que sí ha asumido el mando único. Almería, con esos mismos criterios que utilizaba anteriormente el Gobierno andaluz, debería de estar ya en la nueva normalidad, pero Moreno Bonilla ha decidido que sigamos en la tercera fase.
Otro despropósito es lo que está sucediendo con la Educación. Exigían que Andalucía pudiera tomar decisiones -las competencias siempre han sido de las comunidades autónomas-, pero resulta que siguen sin tener un plan, salvo que las decisiones las han de tomar los propios centros educativos. Moreno Bonilla está sumiendo a la comunidad educativa en un gran desconcierto, porque nada se sabe a estas alturas de lo que más importa: la seguridad de nuestros hijos e hijas y de quienes les educan.
El plan de playas, la contratación de vigilancia para las mismas, los test al personal sanitario, y un largo etcétera de cuestiones mal resueltas están poniendo en evidencia la incapacidad de Moreno Bonilla. Nos merecemos un gobierno serio que se ocupe de los problemas, que planifique y que, sobre todo, sepa hacer todo aquello que lleva exigiendo poder hacer desde hace muchas semanas. De momento, no lo tenemos en Andalucía.