La mejor forma de reconocer el trabajo de los profesionales sanitarios es escucharlos, protegerlos y mejorar sus condiciones laborales. Estos tres principios son fundamentales en cualquier actividad, pero en la de los empleados de la sanidad pública, en todas las categorías y ámbitos de la atención primaria y hospitalaria, es de obligado cumplimiento. Se lo debemos y nunca les agradeceremos lo suficiente el esfuerzo que realizan.
Entre todos se han visto abocados a salvar el sistema durante los dos últimos años, poniendo toda su energía e incluso su propia salud y su vida al servicio de los demás. Les hemos aplaudido, se han levantando esculturas en su nombre y en recuerdo de los que fallecieron por el camino, pero tengo la impresión de que se les ha escuchado poco o nada. De otra forma, no se entiende que a día de hoy para muchos médicos de familia lo habitual sea ver a 50 o 60 pacientes al día, a quienes es imposible dedicarles el tiempo necesario.
Aquellos que han hecho todo lo que ha estado en su mano para protegernos sufren el desprecio de un gobierno en Andalucía que nunca ha creído en la sanidad pública y de los responsables políticos que ha colocado al frente de su gestión. De esa mala praxis que ejercen directivos intocables con carnet, que no tienen ninguna formación en la materia y que demuestran a diario una incapacidad manifiesta para encargarse de algo tan importante como es la sanidad pública, tenemos en nuestra provincia algún ejemplo que otro. De esto también se quejan los profesionales sanitarios, que sufren la absoluta falta de empatía de unos dirigentes prepotentes que ni escuchan ni quieren escucharlos, lo que les ha hecho sentirse muy solos y solas durante mucho tiempo.
La mala gestión del Gobierno de Moreno Bonilla nos ha llevado a esto y a que el sistema acumule listas de espera inhumanas en especialidades médicas que no tienen espera –como pueden ser las relacionadas con oncología o el aparato digestivo, por poner algunos ejemplos–, o que los médicos de atención primaria, absolutamente desbordados, tengan que gestionar también ahora un modelo de teleconsultas que entorpece aún más el contacto del paciente con el médico especialista, con lo que el PP está consiguiendo lo que ha pretendido desde el principio: abrir de par en par las puertas a la privada.
Tenemos muy buenos profesionales sanitarios, posiblemente los mejores, pero lo que no tenemos es un gobierno en Andalucía que los defienda, que defienda la sanidad pública cercana, personalizada y de calidad, que les garantice unas retribuciones dignas y que les escuche. Los socialistas sí vamos a hacerlo.